Dada la preocupación generada por la escalada de los precios de la electricidad, he decidido iniciar una serie de publicaciones centradas en la recuperación de la soberanía energética*. Y me ha parecido oportuno comenzar por la figura de las Comunidades Energéticas Locales (CEL).
E+P impulsa proyectos de Comunidades Energéticas Locales en Navarra y Álava
En este primer post, he contado con la colaboración de la sociedad cooperativa E+P (EMASP), Comunidad Energética Local que trabaja además impulsando otras Comunidades Energéticas Locales, principalmente en Navarra y Álava. Rafael Larreina, Responsable de proyectos de esta cooperativa, nos aporta su experiencia y puntos de vista sobre este el papel de las CEL en la recuperación de la soberanía energética.
¿Cómo fueron los inicios de la sociedad cooperativa EMASP?
E+P (EMASP) surgió a partir de una asociación de consumidores de energía exclusivamente renovable. Hace unos seis años, vimos que la forma más eficaz de conseguir energía renovable, en las mejores condiciones para los socios, era ser operadores en el sistema, poder comprar energía renovable certificada en el mercado mayorista, al mejor precio posible.
EMASP se constituyó como cooperativa precisamente para operar en el sistema. Se establecieron las fianzas y depósitos necesarios y, a partir de ese momento, somos una comercializadora que compra energía renovable y certificada para los miembros de la cooperativa.
¿Cuándo se produjo el paso a la creación de una comunidad energética?
Hace tres años, cuando surge la Directiva de la Unión Europea que pone en marcha las comunidades energéticas, unos cooperativistas de Esparza de Galar, localidad cercana a Pamplona, se lanzan a la idea de poner en marcha una comunidad energética. Ellos ya llevaban un recorrido de trabajo en común en la localidad, como grupo de consumo. Nosotros nos volcamos en esa labor para ir aprendiendo y para buscar la fórmula más eficiente para conseguir la mayor eficiencia energética y la viabilidad económica, para que fuese lo más fácil de hacer con el mayor rendimiento posible.
A partir de ahí, comenzamos a impulsar esa figura en diferentes lugares. En Esparza de Galar están en auto consumo desde hace más de un año. A partir de ahí surgen Urroz Villa, en Navarra, y Lasierra, en Álava.
Hace algo más de un año, me ofrecieron liderar el proyecto de impulsar las comunidades energéticas. En este momento tenemos veinte proyectos en distintas fases de desarrollo. De aquí a fin de año vamos a tener cerca de un megavatio de generación renovable. Nosotros decimos que se puede llegar a cosas grandes haciendo cosas pequeñas, sin ocupación de terrenos cultivables, buscando energía kilómetro cero.
¿Por qué crees que estas iniciativas se dan sobre todo en el Norte?
En esta región tenemos una figura que es el concejo, que engancha mucho con la filosofía de la comunidad energética. El concejo se basa mucho en los trabajos comunitarios, como las suertes de leña. Una comunidad energética sigue esa idea: generar nuestra propia electricidad y distribuirla entre los propios vecinos.
Tenemos también cooperativistas fuera de Navarra y Álava. Están surgiendo comunidades energéticas en otros lugares, como por ejemplo La Laguna (Tenerife), Aragón, Comunidad de Madrid o Extremadura.
¿Estamos al nivel de otros países europeos que cuentan con comunidades energéticas?
Las comunidades energéticas tienen mayor desarrollo en Alemania, Países Bajos y Francia. Hace poco el director gerente de nuestra cooperativa me sugirió buscar cualquier localidad alemana en Google Maps, para ver la cantidad de placas que hay instaladas en los tejados. Si buscas en España, ves que apenas se distinguen. Resulta chocante que en un país con mucha menor radiación solar haya tantas instalaciones y no aquí, donde abunda el sol.
¿Son las comunidades energéticas una solución para rebajar el precio de la electricidad?
Las comunidades energéticas suponen un cambio de modelo. Se trata de rescatar la electricidad de las manos del oligopolio y ponerla en manos de la gente. Las grandes empresas aún no lo ven como una amenaza directa, pero sí como un peligro. Por eso ponen todas las pegas y trabas que pueden. La solicitud de conexión a la red, por parte de la distribuidora, puede retrasarse varios meses por diferentes razones.
¿Pueden llegar a competir entonces con las grandes compañías eléctricas?
Algo se está moviendo cuando algunas grandes compañías llegan a utilizar nombres engañosos como “consumos comunitarios”. Eso no son comunidades energéticas. Lo que hacen es aprovechar un tejado para, por ejemplo, poner gratis las placas y regalar la luz de la comunidad de vecinos, para luego venderte la electricidad. El ahorro fundamental que se produce en las comunidades energéticas es en la parte de la factura que se corresponde con los impuestos, tasas de conexión, términos fijos, etc.; aproximadamente sería un 45% del total de la misma. Cuando tienes un contrato con otra compañía, aunque te ponga la instalación, ese ahorro no se produce en la misma medida, ya que la empresa lo que busca es precisamente ese beneficio de venderte la electricidad.
Sin embargo, las comunidades energéticas tienen como último objetivo conseguir la electricidad al mejor precio para el cooperativista. Ahorrar aproximadamente la mitad de la factura con autoconsumo, en lugar de comprarlo fuera, no es hacer competencia desleal, sino que está acorde con la filosofía de la cooperativa.
¿Cómo puede beneficiar una comunidad energética a los vecinos y al medio ambiente?
Aparte del ahorro en la factura, crear una comunidad energética aporta otros beneficios como es el empoderamiento de la población, que se beneficia de la misma, o la descarbonización. Así, por ejemplo, en la comunidad energética de Lasierra, con una potencia de generación fotovoltaica de 30 Kwp y una producción anual de casi 19.000 Kwh, se ha producido un ahorro en la factura del 55% y se ha evitado la emisión de 12 toneladas de CO2 al año (el equivalente a la captación de un bosque de 108 hayas adultas durante 80 años). Por lo tanto, el efecto que producimos desde una comunidad energética no es desdeñable.
¿Es posible financiar o conseguir ayudas para poner en marcha una comunidad energética?
Existen diferentes modelos de financiación, desde la asunción del gasto por la propia junta administrativa, hasta la concesión de créditos en condiciones ventajosas (Fiare se puso en contacto con Unión Renovables, que es la agrupación de las cooperativas de energía renovable del Estado, y nos ha dado unas condiciones muy favorables, para que incluso un vecino sin ahorros pueda financiar su inversión en la instalación), sin olvidar el crowdfunding. Por otra parte, una comunidad energética puede acogerse a una subvención, a través del IDAE y de las Comunidades Autónomas, que en el primer caso puede cubrir entre el 80 y el 100% cuando la mayoría del consumo es público.
¿Contribuyen las comunidades energéticas a un cambio ecosocial?
La mayoría de la gente que nos consulta, entra por el tema del ahorro en la factura, para más tarde derivar en la concienciación medioambiental y cambiar sus hábitos de consumo. Y es que, cuando das los datos, muchos se sorprenden y ven que pueden hacer algo para combatir el cambio climático, mucho más de lo que pensaban.
Otro aspecto muy importante en las comunidades energéticas es el aspecto de comunidad. Nuestra experiencia es que hay muchas iniciativas que utilizan una parte de esos ahorros para otros fines sociales, como pueden ser becas para fines concretos o crear un fondo para crear una especie de bono social que permita a personas en situaciones delicadas poder hacer frente al pago de la factura eléctrica. Estos aspectos comunitarios son también muy interesantes.
¿Y a la soberanía energética?
Gestionar nuestra propia electricidad, decidir qué precio le ponemos, permite empoderar a la gente. La soberanía energética es entonces real y supone un cambio de modelo. Nosotros hablamos de “rescatar la electricidad”, que es un bien básico como el agua. Hoy en día no podemos vivir sin electricidad; sería un caos. Rescatar la electricidad es ponerla en nuestras manos.