Un modelo sostenible que acerca a productores y consumidores ecológicos
Los supermercados colaborativos son un interesante modelo para adquirir, a un precio más asequible, productos sostenibles (en su mayoría de productores locales, en una relación comercial justa) a cambio de una participación que puede suponer una cuota anual pero también aportar horas de trabajo voluntario en el establecimiento. En este post voy a presentarte cuatro de ellos que ya funcionan, o están próximos a hacerlo, inspirados por el ya veterano Park Slope Food Coop de Brooklyn o por el parisino La Louve.
Biolíbere
Desde este supermercado cooperativo –constituido como tal en 2020, aunque inició su andadura en 2014 con el economato situado en la calle Giralda de Getafe (Madrid)– nos contesta Emilio Lázaro.
¿Qué beneficios tiene para el medio ambiente comprar en un supermercado colaborativo?
Este tipo de proyectos apuesta por productos que se hayan producido en las mejores condiciones medioambientales posibles: el 95% de los productos que vendemos tienen certificado ecológico. Las frutas y verduras no tienen pesticidas ni fertilizantes prohibidos por la agricultura ecológica; se han hecho respetando los procesos naturales, con la mínima huella ecológica y consumo de agua.
Los lácteos también son elaborados desde el máximo respeto a las condiciones de los animales, sin un uso sistemático de antibióticos en estos, ni productos que pudieran acelerar el crecimiento.
Por otro lado, intentamos que sean lo más próximos que sea posible para reducir el consumo de combustible durante el transporte. En la Comunidad de Madrid lo tenemos complicado, porque la agricultura ecológica no es que sea un fuerte. La fruta tiene que venir de la costa mediterránea, de Lérida o de Andalucía. Y la verdura suele venir de Aranjuez, Segovia o Ávila, dependiendo de la temporada. Y los productos más lejanos (por ejemplo chocolates o café) son de comercio justo.
También apostamos por el granel (fruta, verdura, semillas, pasta, e incluso productos de limpieza para el hogar y el mínimo envase posible. Con ese ahorro de envases evitamos contaminar. Además, la gente viene con sus propias bolsas y envases (nuestras balanzas permiten hacer la TARA del envase).
¿Qué tipo de relación puede esperar un productor ecológico por parte de vuestro supermercado?
Nosotros tenemos, con algunos de ellos, una relación de muchos años, desde que éramos un economato. Es una relación de confianza que nos permite saber cómo se han producido esos productos, pues hemos ido a conocerles. Además, les invitamos a venir para presentar cualquier producto nuevo. Esto nos permite ponerles cara. Gracias a esa relación de confianza, nunca hemos tenido problema alguno con nuestros proveedores. No discutimos los precios: no estamos para regatear o ponerlos en cuestión y realizamos los pagos lo antes posible, ya que entendemos que esto es una rueda que tiene que funcionar.
¿Seguís algún criterio concreto para trabajar con proveedores locales?
Que sea un producto de calidad y ecológico. Si hay gente que no tiene sello ecológico, sí existe el sello de la confianza, de saber que son productos o ingredientes ecológicos. Lo que buscamos es que sea gente concienciada, independientemente de que tengan el sello o no, aunque la gran mayoría sí lo tiene porque es un beneficio para ellos.
También apoyamos proyectos de gente que está empezando, que quiere apostar por el producto ecológico. Los productores y proveedores saben a quiénes están vendiendo, ya que en Biolibere somos una comunidad muy concienciada con el consumo responsable y la salud.
¿Qué diferencias principales encuentran vuestros clientes, respecto al resto de supermercados?
Las personas socias de este tipo de supermercados encuentran una diferencia radical desde el primer momento. En primer lugar, son consumidores que buscan un consumo responsable, que apuestan por el medio ambiente. En segundo lugar, las personas socias tienen que venir a colaborar un par de horas al mes, por lo que viven las dificultades de tener que hacer un pedido, recepcionar, colocar, limpieza, etiquetado, etc. Esto permite que la gente valore el trabajo que supone hacer llegar este tipo de productos a los clientes. Por la pandemia, ahora las actividades –algunas realizadas por los propios socio– están más restringidas, pero hacemos por ejemplo talleres de divulgación o charlas de consumo responsable. Aquí no utilizamos publicidad. Lo que intentamos es que se compre menos pero mejor.
¿En vuestro supermercado, solo pueden comprar personas socias?
En nuestro supermercado cooperativo, decidimos abrir al público no socio, aunque el precio en ese caso no es igual. El precio para socios tiene un 7% de descuento en todas las compras; a cambio, estos tienen que hacer 2 horas de trabajo mensual (por cada unidad de consumo) y una aportación de 30 euros como cuota anual. Esto les permite además participar de forma democrática dentro de la vida asociativa. Mucha gente que comenzó comprando como no socia termina dando el salto, no solo por el beneficio económico, sino por su voluntad de participar en el proyecto.
¿Creéis que sois un modelo que ha venido para quedarse? ¿Qué expectativas tenéis a medio y largo plazo?
Estas iniciativas no son fáciles. Es necesario tener muchas ganas y echar muchas horas de trabajo, realizar gestiones complejas… si no hay una parte militante, este tipo de proyectos no salen. La gente también va viendo los problemas de intolerancias alimentarias, enfermedades no bien detectadas en el sistema sanitario y que tienen relación con la alimentación. Yo creo que esta forma de comercializar ha venido para quedarse. Pero insisto en que no es fácil y no va a ser un boom. El proyecto de referencia mundial es el de Nueva York, que cuenta con 15.000 socios y lleva trabajando desde los años 70. Desde entonces hasta ahora ha habido muchos intentos y no todos han tenido éxito. Incluso algunas tiendas ecológicas han tenido que echar el cierre debido a la crisis económica, agudizada por la pandemia. Yo creo que una vez que superemos esto, tiene futuro y van a aumentar los proyectos en este sentido.
La Osa
Este supermercado ha abierto sus puertas recientemente en el madrileño barrio de Tetuán, en el número 57 de la Avenida de Asturias. Con un local de 800 m² (Madrid), requiere a sus cooperativistas participar con 3 horas de tu tiempo cada 4 semanas en los turnos del supermercado y una única aportación de 100€ al capital social. Responde María Nájera, socia cooperativista de La Osa.
¿Qué beneficios tiene para el medio ambiente comprar en un supermercado colaborativo?
Apostamos por productos con menor proporción de tóxicos en su producción y por tanto menos perjudiciales para el medioambiente. Además los productos de cercanía están muy presentes en nuestras estanterías. Al ser dueños de nuestro propio supermercado toda la comunidad se va transmitiendo valores y prácticas sostenibles como la reutilización de bolsas o compartir transporte privado para hacer la compra.
¿Qué tipo de relación puede esperar un productor ecológico por parte de vuestro supermercado?
Profesionalidad, compromiso, estabilidad y comunicación.
¿Seguís algún criterio concreto para trabajar con proveedores locales?
Surtido variado, profesionalidad, calidad en los productos y precios asequibles. Nuestros criterios de selección están basados en la calidad y en su impacto social positivo (pequeños productores y elaboradores, que fomenten proyectos integradores).
¿Qué diferencias principales encuentran vuestros clientes, respecto al resto de supermercados?
En apariencia es un supermercado al uso con una amplia oferta de alimentos y productos para la higiene personal y la limpieza del hogar, pero en el fondo nada tiene que ver. El modelo de autogestión reduce los costes operativos y permite ofrecer precios más asequibles. Y es que, a la hora de elegir los productos, se valoran seis criterios: calidad, impacto medioambiental, cercanía, producción ética, precio justo y que responda a la demanda de los socios.
¿En vuestro supermercado, solo pueden comprar personas socias?
LA OSA es un modelo de supermercado en el que solo pueden comprar los cooperativistas que han aportado 100 euros al capital social y que se comprometen a desempeñar voluntariamente durante 3 horas, cada 4 semanas, tareas como: recepción de pedidos, atención en caja, reposición, limpieza, administración… Junto a ellos existen dos coordinadores y fundadores así como un equipo profesional de cuatro personas; los seis perciben un sueldo y se encargan de la gestión del supermercado y de las compras. Los beneficios se revierten con el objetivo de hacer más accesibles los productos.
Iniciativas como la vuestra se están multiplicando ¿Es un modelo que ha venido para quedarse? ¿Qué expectativas tenéis a medio y largo plazo?
LA OSA tiene su origen en 2decologico, que hasta la apertura del supermercado en la Avenida de Asturias ocupó una pequeña tienda en la calle Noviciado. El entusiasmo y convencimiento de otro modelo por parte de sus miembros les llevó a concebir un supermercado como el que ya existe. Nos inspiraron dos movimientos internacionales: Park Slope Food Coop (Brooklyn) y especialmente La Louve, en París y cuya experiencia y asesoramiento han sido clave.
FoodCoopBCN
Food Coop BCN, Supermercado Cooperativo y Participativo de Barcelona, es una cooperativa integral, de consumo y servicio promovida por la Associació per l’Impuls dels Supermercats Cooperatius i el Mercat Social. Para poder abrir sus puertas próximamente, busca el impulso de 500 socias que quieran participar en su funcionamiento.
¿Qué beneficios tiene para el medio ambiente comprar en un supermercado colaborativo?
En FoodCoopBCN tenemos en consideración el impacto ambiental de nuestro establecimiento y de nuestra estrategia de abastecimiento. Se intentará reducir la creación de CO2 priorizando el consumo de productos de proximidad, entendiendo como proximidad un radio de 250 km del establecimiento. Además, se consumirá energía procedente de fuente 100% renovables, probablemente con SomEnergia. También se procederá a la diferenciación de los residuos generados y se intentará reducir los residuos orgánicos con 2 estrategias fundamentales: el compostaje y la reducción del desperdicio en tienda. Sobre esta última, estamos haciendo un estudio subvencionado por el ayuntamiento de Barcelona para poder maximizar la reducción. Porque la reducción del impacto ambiental es posible solo abarcando diferentes estrategias contemporáneamente.
¿Qué tipo de relación puede esperar un productor ecológico por parte de vuestro supermercado?
Nuestra idea es de poder tener unas relaciones a largo plazo con los productores, relaciones en la cuales podamos generar confianza entre nosotros y ser transparentes sobre la manera de producir y nuestra manera de funcionar.
¿Seguís algún criterio concreto para trabajar con proveedores locales?
Tenemos unos criterios de selección de proveedores y de selección de producto que se basan sobre la proximidad, la temporalidad de los productos, pero también sobre el proceso de producción que tiene que ser sostenible y también adaptado al territorio. Uno de nuestros objetivos es la dinamización de la economía local entonces nuestro interés va dirigido hacia estas realidades que dinamizan y generan una mejoría para su entorno, como por ejemplo los yogures de La Fageda.
¿Qué diferencias principales encuentran vuestros clientes, respecto al resto de supermercados?
Nuestro supermercado cooperativo es una iniciativa sin ánimo de lucro, esta es una diferencia fundamental respeto a todos los otros supermercados que puedas encontrar. Esto no significa que sea una ONG, se tienen que tener resultados positivos, pero todo lo que se genera se reinvierte en el supermercado al fin de bajar los márgenes comerciales, por ejemplo, o también para formar nuevos cooperativistas o para apoyar iniciativas que el colectivo considera. Otra grande diferencia es el modelo de abastecimiento que promueve un supermercado cooperativo y la transparencia en su política comercial como en su oferta de productos. Un supermercado cooperativo es un espacio donde puedes consumir con conciencia, confiando que la oferta de productos está hecha siguiendo unos criterios que han escogido los mismos socios.
¿En vuestro supermercado, solo pueden comprar personas socias?
El beneficio es el de participar en una comunidad activa y que comparte unos valores y un objetivo, el de hacer más accesible la comida de calidad y de proximidad a más gente posible. Además, seremos flexibles a las necesidades de las socias, pero siempre manteniendo bien claro el principio de igualdad.
Iniciativas como la vuestra se están multiplicando. ¿Es un modelo que ha venido para quedarse? ¿Qué expectativas tenéis a medio y largo plazo?
Creo que el modelo de supermercado cooperativo y participativo tiene capacidad de replicación en Europa, porque es evidente que es necesario promover iniciativas que intenten cambiar el modelo de distribución global, que no es sostenible ni nivel ambiental ni a nivel social. Esta no es la opinión de unos militantes ya, sino que representa un modelo de empoderamiento ciudadano como lo demuestran las decenas de iniciativas que espontáneamente nacen en todo el territorio.
SuperCoop
El supermercado cooperativo de Madrid Centro (SuperCoop) cuenta con unas 800 personas socias. Actualmente funciona online y espera abrir pronto sus puertas en el Mercado de San Fernando, en el barrio de Lavapiés. Su fin es hacer accesible a todo el mundo una alimentación sana y de cercanía. Su objetivo es ofrecer precios atractivos para los/las cooperativistas, más bajos que en otras tiendas y supermercados convencionales y/o agroecológicos.
¿Qué beneficios tiene para el medio ambiente comprar en un supermercado colaborativo?
En primer lugar, apoyamos la producción agroecológica, que no utiliza fertilizantes sintéticos ni fitosanitarios que afectan no solo al entorno sino a la salud de trabajadoras y consumidoras. Este tipo de producción se basa en el cultivo con semillas naturales y no modificadas genéticamente. También fomentamos la ganadería extensiva, que enriquece y conserva el entorno rural.
En segundo lugar, se priorizan los productos de cercanía para acortar la cadena de distribución y favorecer la relación directa con productores y productoras, disminuyendo así también las emisiones de CO2 debidas al transporte.
Asimismo, se reduce la generación de residuos y el desperdicio de alimentos en toda la cadena de producción, distribución y consumo. También promocionamos una gestión energética eficiente del supermercado.
Otra característica es la reducción, en la medida de lo posible, del uso del plástico en el empaquetado. A cambio, se fomenta la utilización de envoltorios compostables y otras alternativas a los derivados del petróleo. También se da prioridad a la venta de productos a granel para evitar embalajes innecesarios.
¿Qué tipo de relación puede esperar un productor ecológico por parte de vuestro supermercado?
La relación es acogedora, de cercanía. En algunos casos le invitamos a que se una con otros productores para poder dar respuesta a nuestras necesidades. Es el caso de UHAM (Unión de Huertas Agroecológicas de Madrid), una cooperativa de varios agricultores que nos sirven las verduras, quienes se unieron para poder dar servicio a nuestro supermercado.
Por nuestra parte, valoramos y apoyamos sus proyectos y buscamos la mayor aproximación posible (por ejemplo, visitando el proyecto).
¿Seguís algún criterio concreto para trabajar con proveedores locales?
Sí. Los criterios que seguimos son los siguientes:
Ambientales: tenemos en cuenta que su producción sea ecológica y respetuosa con el medio ambiente, en el sentido que hemos explicado antes, es decir, que no utilicen fertilizantes sintéticos ni fitosanitarios, que la ganadería sea extensiva, que se utilicen abonos orgánicos o compostaje, reducción de residuos en la cadena de producción y reducción del plástico en el empaquetado, entre otras.
Salud: consideramos que es importante poner en valor el producto fresco ecológico y de temporada y desincentivamos la compra de productos procesados poco saludables por exceso de aditivos, coadyuvantes, conservantes, sodio o azúcares. Ponemos también atención a los productos con transgénicos, aceite de palma, etcétera.
Sociales y económicos: evitamos trabajar con intermediarios y corporaciones que desarrollen prácticas abusivas e injustas para con los/las productores. Ponemos especial cuidado en que ofrezcan unas condiciones justas a sus trabajadores y, en el caso de las cooperativas de Comercio Justo, ponemos el foco en los productos procedentes de países del sur global. Tenemos en cuenta también proyectos que fomenten el desarrollo de Sistemas Alimentarios Sostenibles, esto es, vinculados con el territorio, con los que se apoye el desarrollo de las regiones productoras (rurales), la economía circular, y las conexiones entre campo y ciudad.
Transparencia: intentamos promover los canales cortos de comercialización también porque se hacen más fáciles las relaciones de confianza y/o el seguimiento. Valoramos las buenas prácticas, y tenemos en cuenta la trazabilidad de los productos y su huella ecológica.
¿Qué diferencias principales encuentran vuestros clientes, respecto al resto de supermercados?
La principal diferencia es que, como personas socias, somos a la vez dueñas y consumidoras del supermercado. Nuestro objetivo no es el lucro capitalista, sino ofrecer productos de calidad al menor precio posible. Esto se puede conseguir porque el sistema de trabajo consiste en que todas las personas socias aporten 3 horas de su tiempo cada cuatro semanas para realizar las tareas propias del supermercado. Solo alrededor de una cuarta parte del trabajo será profesionalizado, lo que nos permitirá reducir costes y disminuir así el precio de los productos. Además, este sistema permite llevar a cabo otro de nuestros objetivos: generar relaciones sociales y hacer comunidad, algo muy lejos de la realidad de un supermercado convencional.
Otra diferencia significativa es que SuperCoop tiene en cuenta el tejido social de donde está ubicado, es decir, Lavapiés, convirtiéndose en un eslabón más de trabajo conjunto y red de apoyo. Actualmente, contamos con una cesta 0, que tiene un coste de 5 euros, cuyos ingresos van destinados a la compra de comida, productos de higiene y material escolar para el Banco de Alimentos del Barrio, quien los reparte entre las personas y/o familias con carencia de ingresos económicos o en situación de exclusión social.
¿En vuestro supermercado, solo pueden comprar personas socias?
Actualmente nuestro supermercado está funcionando como tienda online, que solo es para personas socias. Una vez que se abra físicamente será distinto. Como estamos ubicadas en el Mercado de San Fernando, que es suelo municipal, el supermercado debe abrirse al público general.
No obstante, el precio será distinto para una persona socia que para una no socia, tanto por el compromiso con el proyecto como por el trabajo que invierte una socia y no una persona que no lo sea.
Un apunte importante que hay que hacer en este sentido es que el hecho de que el mercado sea municipal no implica que SuperCoop no pague por la cesión del local, cosa que sí hace.
¿Iniciativas como la vuestra se están multiplicando?
Sí, van surgiendo cada vez más. Nosotras partimos del modelo de The Park Slope Food Coop (Nueva York) y de la Cooperative La Louve (París). En España, hay uno en Navarra y otros en proyecto en Barcelona y Manresa. En Madrid ya están en funcionamiento La Osa, Biolíbere (Getafe) y el nuestro.
¿Creéis que sois un modelo que ha venido para quedarse? ¿Qué expectativas tenéis a medio y largo plazo?
Creemos y esperamos que sí, ya que es un compromiso con nuestro planeta y nuestro entorno. Es un sistema de consumo, producción y reproducción diferente, no enmarcado en el beneficio, que apoya a los proyectos locales y reproduce relaciones sociales y cercanas. En definitiva, creemos que cooperando se vive mejor.
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