Plataforma para trabajar la innovación socio-económica desde el triple balance
NITTÚA busca, desde el medio rural, servir como plataforma para la innovación desde el triple balance: social, medioambiental y financiero. Una apuesta por la innovación socio-económica desde la «España Vaciada», con el convencimiento de que el mundo rural cuenta con unos valores imprescindibles para poder construir un cambio desde las causas y no desde las consecuencias.
En vuestra web, aseguráis que NITTÚA es una plataforma para la innovación socio-económica, que busca la transformación hacia una Economía para la Vida, basada en el desarrollo del triple valor: social, medioambiental y financiero. ¿En qué contexto surge esta iniciativa?
A nosotros, este trabajo nos viene ya de viejo. Ya en los años 90 estábamos trabajando con el mundo marginal en los barrios de exclusión de Valencia. Ahí uno ya lo tenía claro: o a esto se le da la vuelta, o no tiene ningún sentido. Hoy vivimos un momento que es aquello, recrudecido a la enésima potencia. Y te das cuenta de que las políticas siguen siendo las mismas, que los dineros públicos se siguen yendo a los mismos sitios. El sector inmobiliario está de nuevo en plena explosión especulativa y la gente sigue soñando aún, después de lo que pasó en 2008, que todo volverá a ser como fue.
Mucha gente cree que después de todo lo vivido en los dos últimos años, todo volverá a la normalidad. ¿Cómo lo veis desde Nittua?
Si solo trabajamos desde las consecuencias, vamos a tener que estar preparando bocadillos toda la vida, porque la gallina no para de generar problemas y, si tú te dedicas a resolverlos, tienes faena para toda la vida. Nosotros creemos que hay que ir a la causa. De lo contrario, se perpetúa la consecuencia. Para ello, es necesario cambiar el modelo que genera esa exclusión.
Lo primero es conocer el valor de lo que hacemos. Medir el valor social y ambiental, para que cuenten como valores económicos. Para ello, buscamos una metodología que mida los intangibles, y nos valemos de una serie de herramientas de apoyo a la medición. Una vez identificados esos valores, ponemos el foco en el medio rural, porque consideramos que tiene una serie de valores que ya no existen en los entornos urbanos. Esta «España Vaciada» (de personas y de economía local) está siendo arrasada por las grandes corporaciones, sin que la economía local sea partícipe.
¿Puedes hablarnos de algún proyecto concreto en el que estéis trabajando?
Uno de los proyectos en la creación de todo un canal de comercialización de productos con valores. Estamos creando una marca de valor rural que lleva detrás las aportaciones de valor social y ambiental, que estamos metiendo con una matriz de transformación que presentamos en la última feria Presura (feria nacional para la repoblación de la España rural). Desde esa identificación, va a un canal diferencial (por los valores) de relaciones directas con los núcleos urbanos, con el concepto de bioterritorio, desde una elección responsable por parte del consumidor.
Creo que también presentasteis allí el juego Consortium.
Sí, y fue todo un éxito. Consortium, accionistas de la Tierra, es un juego que viene de las necesidades de acuerdo. Juegas contra el tablero, donde hay un mazo de cartas que te va dejando caer una serie de problemas como pueden ser las macrogranjas río arriba. De lo que se trata es de buscar el acuerdo colectivo, porque los costes son sociales. Se trabajan las responsabilidades y las afecciones. Los problemas, que no se pueden resolver individualmente, implican llegar a la conclusión de que distintos territorios –ciudades, pueblos y aldeas, a las que las cosas les afectan de diferente manera– forman parte del mismo bioterritorio. La dicotomía campo-ciudad es falsa. Los problemas son diferentes pero en el fondo son los mismos.
Aparte del cambio climático, ¿crees que los incendios forestales se podrían evitar si se permitiese la explotación sostenible de los bosques?
Un incendio, más allá de una tragedia, es una ruina. He visto un estudio de la Universidad Politécnica sobre las consecuencias económicas de un incendio, y superan las siete cifras. Más allá del coste de la extinción, es la cantidad de CO2 que se libera a la atmósfera, lo que cuesta regenerar el suelo o los daños a los acuíferos. Todo esto nos lo podemos ahorrar si metemos en la ecuación a los pastores que, con su ganado, mantienen los terrenos limpios de vegetación. O si estudiamos el fenómeno de los “Montes de Socios” de Soria, que permiten a un colectivo de propietarios la explotación de las materias primas que da el monte (la resina, la apicultura, la leña…).
Aparte de los costes ambientales están los sociales…
Así es. La exportación de costes la paga la mayoría, que sufre las consecuencias por las que nadie paga. Es lo que llaman “externalidades”. En la Comunidad Valenciana se comercializan naranjas argentinas o sudafricanas, pero cuando la naranja se le cae del árbol al agricultor valenciano porque nadie la recoge, vienen los fondos buitre a comprar la tierra para cobrar la PAC sin cultivar. El juego está totalmente fuera de la realidad y solo obedece a intereses puramente monetarios. Eso es lo que está haciendo este mercado que llaman liberal (pero está absolutamente intervenido) y que solo maneja los intereses de unos pocos contra los de todos los demás.
¿Qué futuro tiene el campo, más allá de las grandes explotaciones?
Tenemos ejemplos como el de un proyecto de microviñas en Muro de Alcoy, que demuestra que es rentable recuperar los minifundios. Se trata de poner en su ecuación económica el valor social y el ambiental, y ponerle precio. ¿Hasta qué punto esto era pura voluntad? Tiene sentido económico.
¿Conoces más ejemplos exitosos?
Para mí, el más claro es el de Aras de los Olmos –pueblo al que yo llamo “la aldea gala”, porque se meten en unos “saraos” en los que nadie se atreve–. En este pueblo estamos apoyando proyectos de emprendimiento como el de una persona que está trabajando en la agricultura regenerativa, y también hemos montado un observatorio para estudiar la calidad de su aire y poder desarrollar una certificación para asociarla al municipio. Creemos que este es un hecho diferenciador del mundo rural con respecto de las grandes ciudades. Y es que existen estudios que demuestran que los costes de la contaminación de una gran urbe como Valencia excede los seis ceros.
En Aras, ahora que está a punto de alcanzar la soberanía energética –con un proyecto que incluye energía solar, hidráulica, eólica y biomasa– buscamos ahora alcanzar también la soberanía del agua, asegurando el suministro del municipio, para que sea resiliente ante una posible situación de falta de agua. Lo que queremos evitar es situaciones como una que leí que se había producido en Estados Unidos, donde la privatización llevó incluso a denunciar al propietario de una cisterna que tenía en su casa para recoger el agua del tejado, porque el propietario del acuífero es el dueño del agua y no permite que puedas “apropiarte” del agua de la lluvia.
Mucha gente se ha planteado desde que comenzó el confinamiento a regresar al medio rural. Tú que trabajas con emprendedores rurales y vives allí, ¿puedes corroborarnos esto?
Hay un espacio periurbano, que abarca hasta 60 kilómetros alrededor de una gran ciudad, que ha experimentado un crecimiento del empadronamiento. Yo vivo en uno de ellos, un pueblo a 30 km. de Valencia, que durante la pandemia ha experimentado más del 20% de nuevos empadronamientos. Han sido mayoritariamente personas que ya tenían una casa, que no han querido que les pillara la siguiente en la ciudad. Ya a una distancia mayor, se han comprado también asas, pero aún sin ocupar, lo que indica que las familias no se han trasladado a vivir.
Antes mencionaste el bioterritorio. ¿Puedes explicar brevemente en qué consiste?
Es un territorio que no obedece a una norma o estructura política, sino que habla de los entornos de convivencia natural. Esa dependencia, de la gran ciudad con respecto de su bioterritorio, es la que nos lleva a la necesidad de cuidarnos unos a otros. Dado que gran parte de los recursos de las ciudades se generan en el medio rural, sería interesante hablar de la soberanía económica. Dejemos de regalar la nuestra economía a un tercero y gestionémosla desde la gente con la que hay una afección directa. Esto deja muy claro cuál es el bioterritorio. Normalmente, aquellas ciudades que están dentro del entorno económico cercano (que puede llegar hasta los 150-200 km) que suponen los espacios naturales de relación. Lo lógico sería generar unas relaciones económicas de financiación, de comercialización, de generación de conocimiento, aplicación de innovación, en un entorno donde todas las personas y todo el territorio se beneficie del esfuerzo de ambas partes. Cuidemos esas relaciones naturales para que puedan darse con fluidez y consideremos a todo el territorio como el cuidador de esas relaciones y de esos entornos y servicios.
Uno de vuestros últimos proyectos es la escuela rural de emprendimiento social. ¿Qué nos puedes contar de ella?
Es un centro de creación de empresas sociales que nace de la voluntad de abordar el fenómeno de la despoblación rural desde una perspectiva diferente. Dado que el mundo rural carece de una serie de servicios básicos que sí existen en el urbano, la Escuela Rural de Emprendimiento Social (ERESS) surge para corregir ese desequilibrio. Está ubicada en Aras de los Olmos, municipio situado al noroeste de la provincia de Valencia. Cuenta con el territorio como uno de los protagonistas principales, y con una serie de profesionales con amplia experiencia. Un espacio de convivencia y relación entre el mundo rural y el urbano, en el que los valores sociales y ambientales serán el eje de construcción del territorio.
La Escuela pretende compartir desde aquí el desarrollo de proyectos de emprendimiento que aportarán actividad económica para luchar contra la despoblación desde la prestación de servicios públicos que se han ido perdiendo. Es una apuesta por el desarrollo humano y por la lucha por la vida, y que aprovecha una serie de saberes y valores que en el mundo urbano están olvidados o son desconocidos, pero aún existen en el rural.
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