Directo del productor local a la comunidad de consumo
Recientemente conocí la iniciativa de Farmidable, una plataforma para comunidades de consumo que facilita la compra de productos ecológicos y de calidad de productores cercanos. Para conocer más de cerca este interesante proyecto, me acerqué al Impact Hub de la calle Alameda 22, en Madrid, donde conversé con Alberto Palacios, uno de los socios cofundadores de Farmidable.
¿Cómo surgió Farmidable?
Yo estoy vinculado desde hace muchos años al mundo de la Biodinámica. Trabajé en fincas biodinámicas en Alemania e Inglaterra, donde conocí el mundo de la producción a principios de los 90. Allí conocí cómo la población cercana acudía a pequeños mercados donde los productores de la zona vendían productos que los consumidores adquirían por su calidad. Esto era fomentar el circuito corto del consumo.
Pablo Stürzer (otro de los socios cofundadores de Farmidable) y yo nos cruzamos con Alessandro Lambertini, ex director de marketing de Telepizza y socio fundador de Vitalista, un proyecto pionero que crea menús saludables personalizados para empleados de empresa. Decidimos desarrollar Farmidable como una plataforma que controla la totalidad del proceso, desde la producción hasta la compra. Nos fijamos en modelos como el estadounidense de Farmigo (un modelo que pone la tecnología al servicio de las comunidades de consumo y que facilita la vida tanto al productor como al gestor de la comunidad) y otros europeos, como el italiano de Cortilia.
Nosotros, más allá de consumir productos de proximidad vamos a impactar positivamente en la economía del productor, en el medio ambiente y –lo más importante de todo– a cerrar el círculo con un plan de empleo. Así, hemos llegado a un acuerdo con Cruz Roja para emplear a dos personas y pretendemos hacer más contratos de cara a las nuevas comunidades con las que vamos a trabajar a partir del año próximo.
¿Cómo echó a rodar este modelo?
Empezamos con los colegios a los que iban nuestros hijos. El primero fue el Colegio Zola de Las Rozas (Madrid), que actualmente es la comunidad de consumo más estable con la que contamos. Le siguieron los colegios Alameda de Osuna, Juan de Valdés, Zola de Villafranca, Colegio Europeo y, recientemente, el Colegio Público Eugenio María de Hostos, de Madrid. Próximamente, estaremos también en el Colegio Público Fernando de los Ríos de Las Rozas. Creo que en los colegios públicos podemos desarrollar una labor muy potente de conciencia y de divulgación total.
Muy interesante este trabajo con los niños
Nuestro papel no se limita solo a poner en contacto productores con consumidores. También desarrollamos actividades pedagógico-educativas junto con los colegios: damos charlas sobre lo que son organizaciones de impacto y el bien común, cuáles son los frutos de temporada y animales de granja; invitamos a los productores a hablar con las familias; organizamos excursiones a fincas o ganaderías para los niños (como la que realizamos a la finca ecológica Río Pradillo, donde los niños pudieron ver cómo se obtiene la leche de las vacas, cómo se realizan los yogures o incluso elaborar pan con sus propias manos).
Es una labor pedagógica, muy enfocada al aprendizaje a través de la experiencia, que busca el desarrollo del niño a través de su curiosidad. También estamos llevando a cabo un proyecto con Leroy Merlin, en el que ésta aporta gratuitamente el material necesario para que los colegios puedan desarrollar huertos escolares. En este momento, contamos ya con dos huertos de este tipo y, próximamente, incorporaremos el del colegio Eugenio María de Hostos.
¿Trabajáis también con empresas?
Sí, la propia Leroy Merlin se ha convertido en una comunidad de consumo. Y también Oracle. También comenzaremos a partir de enero a trabajar con Liberty Seguros y Asisa, dos compañías que apuestan por el bien común de cara a sus empleados, con quienes nuestro modelo encajó perfectamente.
¿Y cuál será el próximo paso?
Nos gustaría trabajar con las concejalías de los ayuntamientos. Creemos que contar con dos alianzas con colegios públicos que fomentan el objetivo número 17 permite desarrollar el resto de los objetivos de desarrollo sostenible.
¿Cómo os financiáis?
Hicimos una primera ronda de financiación con la Bolsa Social, una plataforma de equity crowdfunding que busca financiación para empresas de impacto. Está avalada por la CNMV y cuenta con inversores vinculados a la banca ética. Nuestro proyecto despertó mucho interés; contamos con 39 socios y hemos demostrado que nuestro modelo es sólido y sostenible, y que está generando incluso más impacto del que pensamos en un principio. Esto ha generado una segunda ronda para captar más financiación, y ya existen muchos futuros socios interesados en participar para alcanzar unos 200.000-250.000 €. que nos permitan abrir más comunidades y emplear a más gente de aquí a dos años. Esto nos abriría la posibilidad de incorporar a nuevos productores y seguir incrementando la economía local. Vamos a reforzar la plataforma tecnológica; a contar con personas que nos ayuden a desarrollar la línea de colegios y empresas; con alguien que nos ayude en las labores del día a día, lo que incluye el trabajo administrativo, de comunicación y la relación con los productores.
¿Cuántos productores están en esta plataforma?
Ahora mismo, hay 47 productores validados en la plataforma, la mayoría de la Comunidad de Madrid, aunque también los hay de Castilla y León. Aproximadamente la mitad están certificados. Todos tienen un modelo sostenible. Algunos no ofrecen sello por decisión propia. Entendemos que un producto de proximidad es sostenible de por sí. Trabajamos en una relación muy cercana de confianza. Nuestros productores miran la armonía del terreno que cultivan, crían a su ganado en libertad…
¿Existe un pedido mínimo?
Sí, lo hemos fijado en 20 euros para conseguir llegar a los mínimos del productor y garantizar la sostenibilidad de la compra. La finalidad es una compra grupal donde ponemos unos mínimos para que nosotros cumplamos y también haya una mayor conciencia de consumo.
¿En qué porcentaje se venden los diferentes productos?
Aproximadamente, un sesenta por ciento son productos de la huerta y frutas, un veinte por ciento de carnes y otro veinte por ciento de huevos, lácteos y productos de despensa. Lo que se demanda son productos como zanahorias no calibradas, manzanas de sabor concentrado e intenso o tomates que de verdad saben a tomate.
¿Buscáis algún perfil concreto de productor?
Lo que miramos es si cuenta con algún tipo de certificado, si tiene registro sanitario o algún tipo de documento que certifique que no utiliza pesticidas o que la alimentación que da a sus animales está limpia. Rellena una ficha de productor, le indicamos qué capacidad puede tener y cómo se puede vincular, y cada cierto tiempo enviamos a los consumidores cuestionarios de calidad para saber qué opinan éstos últimos de los productos.
¿Existe algún tipo de producto que no se encuentre fácilmente?
Sí. El problema de Madrid es que no hay huertas suficientes para lo que se demanda, y se ha dado el caso de algún productor que ha acudido a Mercamadrid para suplir esa carencia y nosotros lo hemos desviado, porque no es lo que buscamos. Pensamos que el modelo de productor convertido en distribuidor que compra en Mercamadrid lo que hace es enajenar estos proyectos. Es algo que no va con nuestra filosofía y nuestro indicador de impacto; por eso buscamos huertas en comunidades limítrofes como Castilla La Mancha o Castilla y León, porque en ecológico y sostenible es muy difícil cubrir esto solo con lo que se produce en la Comunidad de Madrid. Por ejemplo, tenemos un productor de harinas ecológicas que se está en Guadalajara. Se llama Despelta y está muy alineado con nosotros en esta idea.
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